Sientes como cada poro de tu piel está expuesto a ese sol brillante de junio. Prácticamente puedes oír como se tuesta tu piel sobre esa cálida arena de la playa, la cual cuando estiras los brazos y se salen de esa toalla de tamaño estándar se te mete entre los dedos y roza la palma de tus manos con esa suave textura que sólo se puede encontrar a la orilla del mar. Puedes jugar con ese material ardiente en la capa más superior y a medida que hundes más los pies en ella, notas ese ligero frescor que hace que la piel se te erice. A ello también contribuye esa mezcla de olores suaves a crema bronceadora, a tinta de periódico recién abierto, a cerveza, a arena, a niños...en esa playa del mediterráneo que excede su capacidad en varios centenares de personas, que una simple sombrilla más posada sobre la arena haría que el mar se replegara sobre sí mismo. A pesar de todo puedes oír el suave susurrar de las olas que rompen contra la orilla y ya de paso contra miles de pies llenos de callos, juanetes y una gran variedad de hongos. Pero a pesar de todo sigues tumbada, con esa paz interior (sin que los hongos vengan a llenar tus pensamientos, ni esas pieles muertas que se quedan en el mar en el que pronto te meterás) y entonces sucede:
Elija la opción que sea más correcta (en honor a la gente que ha terminado o que sigue de exámenes):
a) Para estropear ese halo de paz en el que te encuentras llega una misteriosa pelota de Nivea (azul, de tamaño estándar, esa que todos hemos tenido alguna vez en nuestra vida) y a falta de cabezas en la playa te cae a ti en toda la cara despojándote de la poca dignidad que te quedaba después de que alguien te hubiera embadurnado de crema y parecieras un Kalise de nada de esos que nos debe Iniesta.
b) Viene una querida amiga china para darte un masaje y crearte una contractura que no tenías o, en su defecto, para toquetearte los pies pulsando en los puntos claves para que te quedes ciego, o (tercera opción, y no menos importante) para hacerte un tatuaje de henna por el cual se avecina una tarde en urgencias, por una reacción a esa "tinta" que te ha puesto, y medio verano sin poder exponer esa parte de la piel al sol. En conclusión: no te fíes de os chinos, en realidad no sabes lo que sienten, no gesticulan tanto como tú.
c) Se acerca un chico/ señor de 40 años con un Lotus de unos 100 euros en la muñeca preguntándote la hora.
d) Pasan unos adorables niños corriendo al lado de tu toalla y te llenan los ojos/ nariz/ cuerpo entero de arena sin ningún temor y seguro que el que vaya el último acaba pisándote el pie porque va rezagado y cree que sus amigos le dejarán muriéndose en la arena que le rodea.
e) Te despiertas de tu siesta playera a los gritos de: " A 5 euros, señoras. Bikinis buenos y bonitos. Para la señora y el caballero, Para las rubias y las morenas. A 5 euros guapas" o "¡Medusas, medusas! ¡La gente está pescando medusas!" Cosa que nunca he entendido, porque o yo soy muy corta o la gente se aburre demasiado, pero yo si veo una medusa en el mar lo que hago es salir corriendo como si viniera un tsunami y no me dedico a pescar que medusas. Que mi pregunta es: ¿Para qué las quieres? ¿Qué haces luego con ellas? ¿Las vuelves a soltar o te las llevas a casa para que tu perro la adopte de mascota? ¿Y si las sueltas, para que las coges? Es de doble de trabajo. Con lo bien que están allí ellas dejándose llevar por la corriente. Déjales vivir a los pobres animalicos.