Os pongo en situación:
Un jueves, último jueves en el que hemos acabado nuestro último examen de unas dos horas escuchando y leyendo en inglés sin descansos ni nada, ¿para qué si eso es de cobardes? El caso, comida de despedida.
Salimos de comer, después de un primero enorme y un segundo sustancial, cuatro botellas de agua bebidas, más el postre. Nos acercamos al coche planeando el verano, nos metemos al coche y... SORPRESA: el coche no arranca.
Todo esto en medio de un polígono en el que tenemos dos concesionarios, uno de ellos cerrado. A unos 30 grados a la sombra, todos empachados y con unas ganas de una siesta increíbles.Imaginaros a todo esto cinco personas dentro de un polo de 5 puertas, aplastadísimos y con los cinturones quemando como si los hubieran sacado de la parrilla del restaurante.
Después de intentar arrancarlo unas 10 veces llegan las llamadas de teléfono, las caras de desesperación (sobre todo por mi parte porque era mi coche y estaba muy lejos de casa), arrancando, mirando en los interiores del motor... Como vemos que no hacemos nada porque somos unos paquetes pedimos ayuda a la muchacha del concesionario más cercano y (muy maja la chica) nos trae una pinzas. Tres horas para poner las pinzas, se van , vuelve, se vuelven a ir, vuelven a venir y a todo esto arrancamos por fin.
Este es el proximo coche que me voy a comprar y un gorro azul a juego.
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