miércoles, 27 de febrero de 2013

Adicción.

El mundo se derrumba a tu alrededor, todo se desmorona poco a poco. Ves como todo cae, todo se desvanece. Cada milímetro que desaparece y cada gramo de vida que se va por el desagüe. Cada estúpido movimiento que no ha sido capturado y cada momento que, de alguna manera, has dejado correr. 

Y, sin embargo, tú permaneces impasible en medio de aquel caos de mundo que gira deprisa. Permaneces estática e impasible como un muro de cemento viendo como las personas vienen y van, pasan con un rumbo fijo. Aparecen y desaparecen de tu vida. Tú, como si nada, como si el aire no te enredara el pelo y el frío no te congelara las extremidades. Como si el tiempo se parara y se hubiera congelado en medio de tu cara esa sonrisa de mármol. Una sonrisa que si te preguntan sabes que no sabrás justificar pero que, sin embargo, no puedes evitar. Esa sonrisa de saber que quizá no sabes la persona que eres pero al menos no te estás convirtiendo en la persona que no querrías ser.

Porque al fin y al cabo todos acabamos conviviendo con una persona de la que conocemos sus defectos y virtudes, sus manías, sus costumbres, su carácter y su bondad. Queremos a esa persona y nos aferramos a ella como a un clavo ardiendo sabiendo que si nos alejamos de ella todo se acabará. Intentamos cambiarla y, en muchas ocasiones, lo conseguimos. Pero al final, realmente cuando estemos derrumbándonos como el mundo que nos rodea estaremos más cerca que nunca de esa persona a la que realmente tenemos que cuidar: nosotros. 

1 comentario:

  1. La verdad es que tu último párrafo me ha gustado mucho.

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