jueves, 10 de mayo de 2012

Experiencia.

Queridos, lo que os voy acontar hoy se llama experiencia y no eso que te enseñan en las autoescuelas. Y sí, es real, que luego algunos os sorprendéis pero por lo menos no me ha pillado en medio de una autopista con millones de coches pasando de mi cara de sufrimiento.


Os pongo en situación: 


Un jueves, último jueves en el que hemos acabado nuestro último examen de unas dos horas escuchando y leyendo en inglés sin descansos ni nada, ¿para qué si eso es de cobardes? El caso, comida de despedida. 
Salimos de comer, después de un primero enorme y un segundo sustancial, cuatro botellas de agua bebidas, más el postre. Nos acercamos al coche planeando el verano, nos metemos al coche y... SORPRESA: el coche no arranca. 


Todo esto en medio de un polígono en el que tenemos dos concesionarios, uno de ellos cerrado. A unos 30 grados a la sombra, todos empachados y con unas ganas de una siesta increíbles.Imaginaros a todo esto cinco personas dentro de un polo de 5 puertas, aplastadísimos y con los cinturones quemando como si los hubieran sacado de la parrilla del restaurante. 


Después de intentar arrancarlo unas  10 veces llegan las llamadas de teléfono, las caras de desesperación (sobre todo por mi parte porque era mi coche y estaba muy lejos de casa), arrancando, mirando en los interiores del motor... Como vemos que no hacemos nada porque somos unos paquetes pedimos ayuda  a  la muchacha del concesionario más cercano y (muy maja la chica) nos trae una pinzas. Tres horas para poner las pinzas, se van , vuelve, se vuelven a ir, vuelven a venir y a todo esto arrancamos por fin. 



 

Este es el proximo coche que me voy a comprar y un gorro azul a juego.

miércoles, 9 de mayo de 2012

Sencillo.

Puede que no seamos iguales y es bastante obvio que no lo somos. No quiero decir que no podamos hacer las mismas cosas, pensar igual sobre determinados temas, ser igual de inteligentes o sentir las mismas cosas.


Igualdad, respeto... son palabras que quedan muy bonitas cuando se dicen pero yo no las veo por ningún sitio. Todavía sigue habiendo personas que tratan a los demás como trozos de carne, ya sean hombre o mujeres, me da igual. Mujeres que piensan que todos los hombres son iguales, que no pueden tener sentimientos, que no pueden ser fieles. Y no digo que no los haya, que los hay y no hace falta que nos lo diga nadie. Pero no son sólo hombres, también hay mujeres que no son fieles, que no quieren tener una relación estable, que tienen miedo al compromiso. Pero eso no les hace ni mejores ni peores, simplemente son personas que tienen otra concepción de la vida, otra forma de pensar, otra forma de vivir la vida. Es igual que los gustos de las personas, a cada uno le gusta una cosa: a unas la playa y a otras la montaña, algunas prefieren el dulce y otras el salado, personas que no pueden vivir sin salir de fiesta y otras que salen una vez al año. Pero eso no significa que unos sean superiores que otros, simplemente diferentes. Y es mucho mejor que seamos diferentes, sino menudo caos se podía montar. No podrías encontrar personas que te cayeran bien o mal, con las que congeniaras más o menos. 


Ya no es cuestión de educación, es saber respetar a los demás, con sus gustos, sus defectos y  sus virtudes. No hace falta ni que estés cerca de esa persona, simplemente déjala vivir. Igual que puede haber amigos que sean uno de Madrid y otro del Barça (más emoción en los clásicos), no hace falta llegar a ese odio extremo de no querer que la otra persona no exista. Simplemente déjala vivir. Si todos nos dejáramos un espacio todo sería más sencillo. Podemos vivir nuestra vida como nos apetezca sin necesidad de amargarle la existencia al resto del mundo.